15/10/13

Pensando...

¿Hay algo sobre qué hablar?
Supongo que sí.

A veces uno sólamente necesita desahogarse de cosas sin sentido hasta que formen algo que lo tenga, y poder sentir un poco más de alivio a la hora de dormir. No es necesario ni siquiera publicarlo, no importa si nadie lo ve, eso no quita que haya sido real. Otras veces, uno sabe exactamente qué es lo que pasa, pero no se anima a decirlo. Sería muy arriesgado darle una entidad de sonidos y palabras que otro pueda llegar a entender...es más seguro pensarlo, dejarlo guardadito para esos minutos privados mientras acomodamos la almohada y vamos cerrando los ojos.
Creo que soy del 2do. grupo, lo cual no significa para nada que no diga incoherencias...
A veces llevo una frase en la boca del estómago por semanas, incluso meses, hasta que me acostumbro a que esté ahí, y me cuesta imaginarme otra frase que pueda llenar tanto su lugar. Pero me enseñaron que no es bueno retener cosas, y que la honestidad siempre lleva a la resolución más justa.
Entonces es cuando me pregunto, ¿y si es exactamente eso lo que quiero evitar?, ¿y si por esta vez no quiero que haya justicia?, ¿sería muy egoísta simplemente querer que todo salga bien?
A esta altura mientras uno va y viene pensando si realmente vale la pena estar ocupado con esa cuestión para empezar ya pasaron un par de horas y estamos trasnochando otra vez.
¿Cómo será tener unos minutos de quietud sin que la cabeza empiece a generar su propio barullo?
No puedo decir que conozca la sensación excepto por breves momentos accidentales.
Lo que conozco bien es el monólogo interno, las dramatizaciones mentales de esa hipotética charla que nunca llega sana a la realidad. Y no puedo decir que me quejo realmente, porque al fin y al cabo, me conozco bien...eso se supone que sea importante, según dicen.

¿Hay algo sobre qué hablar?
...Tal vez.

Pasamos tanto tiempo imaginando las palabras perfectas que describan nuestras intenciones como si articularlas fuera un arte, para terminar siendo verdaderos artistas en el manejo del silencio o las oraciones mal formadas. Algunas veces es mucho peor, y cuando el planteo es exquisito es la indiferencia de la respuesta el peor golpe.
Son realmente muchas etapas las del pensamiento, muchas consideraciones, es un trabajo minucioso de muchas noches reunidas que descartaron miles de ideas y dejaron un lugar especial para esa futura enredadera mental... ¿hay que sacarla de ahí realmente?, ¿sería tan malo dejarla un par de días más, que se termine de formar por si nos olvidamos algo?
Y ahí, ese mismo momento, es donde aparece la pregunta clave: ¿y si mañana cambia todo antes que lo diga?
Personalmente creo que esa frase es el comodín que duplica la duración del proceso. Volver al mismo punto de reflexión puede llevar la misma cantidad de tiempo que ya se gastó en el asunto, y repetirse incluso.
Pero hay una contraparte, claramente.
Esa misma frase fue creciendo, y ahora nos ocupa un espacio más grande, y también pesa.
Vienen días en los que se puede sentir que está ahí, aprendiendo a caminar, y ahora gatea por todos lados. Se escapó de la intimidad de la noche. Nos visita a plena luz del día, mientras hacemos otras cosas, o descaradamente en su presencia para hacernos pensar si esa pausa es buen momento para empezar la charla hipotética e irreal.
Finalmente podemos cerrar la puerta, y revisamos rápidamente los últimos segundos para asegurarnos que nuestra cara no delató el revuelo interno que acabamos de experimentar.
...Y no. Jamás supo nada. Alivio...y una pequeña desilusión. ¿Sirve creer que no tenía que pasar? Todavía no lo confirmo, pero lo hago igual.
A la noche, en esa conocida intimidad, la idea vuelve lentamente, esta vez con nuevas compañeras que creen saber por qué no dijo nada antes. Y las dejamos pasar, porque todavía no están listas para salir, ni estamos listos para dejarlas ir.

¿...Hay algo sobre qué hablar?
 ...No, todavía no.